Autora: Gabriela Mesones Rojo. Fotografía: Melanie Guil. Traducción castellana: Pablo Montero Llano
Justo enfrente de la icónica estación de Atocha de Madrid se encuentra una pequeña y angosta tienda que vende productos especializados de Europa del Este. Ucramarket es uno de los centros más importantes de la comunidad ucraniana en Madrid y, en tan solo una semana, se ha convertido también en un punto de recogida de las donaciones de los madrileñes destinadas a Ucrania.
El ambiente es ajetreado y frenético. Decenas de ucranianos, ciudadanos de otros países de Europa del este y madrileños de diversas nacionalidades reciben bolsas, algunas repletas de medicinas y otras cargadas de alimentos enlatados. En la acera se apilan montones de cajas de cartón reutilizadas de los productos de Ucramarket, listas para que los voluntarios más fuertes las metan en furgonetas. ¿El objetivo? Un viaje de 30 horas hasta Ucrania.
Los voluntarios tratan de mantenerse ocupados. Están centrados en su comunidad, tanto aquí en España como en Ucrania, pero, incluso durante los pequeños descansos para disfrutar del tentempié que les ofrece el bar de al lado, ninguno es capaz de quitarse de encima la sensación de preocupación. En el poco rato que saca entre dar instrucciones a los voluntarios y ocuparse de las bolsas de vitaminas, Ludmila Krasko me cuenta que tiene cinco hijos y doce nietos en Ucrania.

«No paran de llorar, están muy preocupados. Durante la guerra ocurren muchas cosas malas. Ahora mismo, todo está tranquilo en nuestra ciudad, pero nadie sabe qué pasará mañana. Algunos familiares y amigos desean marcharse, pero los hombres tienen que quedarse [para cumplir el servicio militar obligatorio], y otros, muy patriotas, han decidido quedarse y luchar».
Ese mismo día hablé por teléfono con Ivanna Vatamanyuk: «Siento estar tan emocionada hoy, pero es una situación demasiado dura para mí», explica, antes de disculparse de nuevo para atender otra llamada. Ivanna lleva 20 años viviendo en Madrid después de que la crisis económica golpeara su ciudad natal, Chernivtshi, una localidad histórica del suroeste de Ucrania.
Ivanna se siente profundamente ligada a sus raíces y, en 2008, fundó la Asociación de padres ucranianos, que se encarga de asegurar el bienestar de los niños, tanto dentro como fuera de Ucrania.
«En estos momentos, estamos aceptando donaciones para ayudar a los niños: los desplazados, los que se acaban de quedar huérfanos, los discapacitados. Algunos no tienen documentación, otros todavía tienen familia en Ucrania y los hay que ya han abandonado el país».
Ivanna tiene familia en Ucrania y, aunque están a salvo, la incertidumbre es la gran protagonista estos días. «Es muy, muy estresante. Hay días en que no podemos comunicarnos con ellos debido a problemas con internet, lo cual nos afecta a todos los que no estamos allí con nuestros seres queridos».

Desde que comenzó la invasión rusa en Ucrania, más de 350 civiles ucranianos, entre ellos 14 niños, han muerto y más de 2000 han resultado heridos. Según la ONU, un millón de personas han huido del país durante la última semana, la mayoría mujeres y niños, así como muchos estudiantes extranjeros y trabajadores inmigrantes.
Yulia Zhyurkqte llegó a Madrid siendo una niña a principios del milenio. Su familia emigró a España desde Leópolis, igual que hicieron muchos ucranianos en aquella época, esperanzados por las oportunidades de trabajo que les ofrecía España. Además, Yulia es miembro de Con Ucrania, una plataforma digital creada a raíz del conflicto armado de 2014 en Crimea.
«Muchos ucranianos en Madrid nos empezamos a organizar aprovechando la crisis», afirma Yulia, «y la comunidad sigue creciendo. Ahora, estamos intentando reaccionar lo más rápidamente posible, coordinando la ayuda desde muchos frentes. Pretendemos distribuir alimentos y medicinas, nos ponemos en contacto con personas que están dispuestas a viajar a las fronteras de Ucrania para entregar ayuda humanitaria y buscamos la ayuda de traductores que nos ayuden con información verificada. También brindamos apoyo a la plataforma de asilo para refugiados ucranianos en el extranjero, así como a quienes son capaces de proporcionarlo».
Yulia me comenta que su familia, que sigue en Ucrania, se siente relativamente segura cerca de la frontera con Polonia. «Estamos todos conmocionados… llenos de indignación, con muchos nervios constantemente, pero intentamos mantener la cabeza fría para responder adecuadamente. Queremos sentirnos útiles, trabajar y mantener a la gente ocupada y pensando en positivo. Nos gustaría ver el mayor apoyo posible por parte de países y gobiernos, que expresaran su resistencia a lo que está haciendo Rusia, que es una violación de nuestros derechos y nuestra independencia».
En España viven cerca de 112 000 ucranianos, según datos del Instituto Nacional de Estadística. La mayoría (más de la mitad) viven en Madrid, seguido de Barcelona, Alicante y Málaga. La migración de ucranianos a España se inició en los años 40 y se incrementó en los 80, tras el fin de la dictadura franquista, cuando la legislación liberal española regularizó, de la noche a la mañana, a los extranjeros y los integró en la población activa. Durante este tiempo, se establecieron redes de apoyo a fin de preservar y disfrutar de las tradiciones de su país de origen, y para integrar la lengua y la cultura ucranianas en la comunidad.
En la cola para entregar sus donaciones se encuentra Yuri, miembro de la Comunidad Ucraniana de España. Se muestra algo nervioso ante la oleada de periodistas que se le acercan. «Estoy cansado, he perdido la cuenta del número de horas que llevamos trabajando. Muchos periodistas de Russia Today y Sputnik están malinterpretándolo todo; no se trata de un conflicto armado, sino de una guerra de Rusia contra el pueblo de Ucrania. Putin será juzgado como criminal de guerra y por crímenes contra la humanidad». Yuri se seca las lágrimas con la mano y se disculpa: «Lo siento. Es muy duro para mí».
En este momento, Yuri está coordinando a los voluntarios que desean ir a Ucrania a luchar. Sin revelar demasiados detalles, me dice: «Hemos organizado un grupo de 35 ucranianos que han regresado a nuestro país para ayudar. Tienen familia allí, pero también aquí, en España». Añade que algunas de sus esposas están muy preocupadas. Nadie sabe realmente qué va a ocurrir en Ucrania.
En el interior de Ucramarket se encuentra Valentin Kilishynkyy, quien, de pie y orgulloso, luce una bandera colgada al cuello: «Nací en un pueblo a 50 km de Chernóbil que fue ocupado por Rusia el primer día de la guerra. No tengo padre ni madre, pero sí hermanas, familia y amigos en casa. Siento una profunda tristeza por mi pueblo natal, mis recuerdos y mis amigos que siguen allí».
INFO
- Ucramarket se encuentra en la Calle Méndez Álvaro, 8
- Con Ucrania y otras organizaciones a las que dar apoyo
- Iglesia Ortodoxa de Alcorcón
- Otras organizaciones nacionales e internacionales que se encuentran trabajando en Ucrania y sus fronteras
Gabriela Mesones Rojo es una periodista venezolana afincada en Madrid, especializada en temas de género, migración y derechos humanos. Puedes seguirla aquí.
Melanie Guil es una fotoperiodista argentina afincada en Madrid. Le gusta documentar la escena musical y escribir sobre arte y cultura. Puedes seguirla aquí.
Traducido a castellano por Pablo Montero Llano. Puedes encontrarlo aquí.